domingo, 23 de enero de 2011
La vecina orilla

Mario Benedetti


1.

No sé por qué pero cuando los viejos fueron a despedirme a Carrasco, y sobre todo cuando iba camino del avión y miré hacia arriba y los vi juntos, y a la vez separados, levantando las manos para saludarme, la vieja arrimando los nudillos a los lentes por que seguramente habría aparecido algún lagrimón, y yo mismo carajo, refregándome un ojo con la mano que me quedaba libre, bueno cuando los vi allí, como la pareja inexplicable que siempre fueron,  quizás mas unidos por mí, me vino de alguna parte un lejanísimo recuerdo, tan lejano que al principio creí que no era mío, pero si era, porque después, en el avión, ósea ahora, sentado en la fila nueve [donde esta la puerta de emergencia y hay más sitio para acomodar estas largas piernas que Dios me ha dado] me pongo a completar el recuerdito, y lo voy apuntando con detalles,  hasta que casi lo reconstruyo del todo, y decido empezar precisamente con él  esta libreta de apuntes, que acaso nadie lea, o quizá sí. Y es de este modo: la familia estaba almorzando, es decir los mayores: mi viejo y mi vieja [que entonces era menos viejo] el abuelo y el tío, y quizá alguien más, y yo, que tenía cuatro o cinco años, andaba en el triciclo recién estrenado, y me iba al jardín y entraba otra vez haciendo un ruido con la boca que creía igualito  al del Ómnibus interdepartamental, y el viejo me hacia señas para que no armara tanto bochinche y yo no le hacía caso. Y de pronto vino y en medio de uno de mis mejores bocinazos me agarró de la oreja y vi hasta la constelación de Orión, aunque en ese entonces desconocía su nombre. Por aquellos tiempos no era vengativo. Tampoco ahora lo soy, pero vaya a saber por qué mecanismo emocional, o simplemente deportivo, dejé con toda frialdad el triciclo frente a la puerta arrime una silla, me senté junto a mi tío, y le zampé al viejo este inesperado testimonio "Anoche miré bajo la mesa, y vos y Clarita tenían las piernas juntas"  Mamá abrió unos ojos de este tamaño, no me lo olvido; el viejo apretó los labios y me miró con una terrible resignación. Casi como un anticristo que ordenara: "Impedid que los niños vengan a mí" o quizá sencillamente: "Botija podrido" lo cierto es que a partir de ese momento el viejo y la vieja pasaron como tres meses sin hablarse. Y mamá me sugería en voz alta "decíle a tu padre que te dé dinero para la leche." Y el viejo también tenía su iniciativa: "Decíle a tu madre que hoy no vendré a cenar." Por supuesto, Clarita no se apareció más por nuestro hogar dulce hogar y hoy  me atrevo a creer que al viejo le gustaba mucho aquella gurisa [como diez anos menor que él y como cinco menor que mi mamá] delgada, rubia, de ojos verdolaga, con cara de sueño, no de pesadilla, y que tenía un modo tranquilo de mirar, y manos delgadas y suaves, con unas venitas azules, casi imperceptibles que todo el mundo percibía, incluso un estúpido de cinco [o serían seis?] años como el suscrito. Por que en verdad se necesita ser estúpido para haberle arruinado la vida al pobre viejo con ese comentario jodido. Sobre todo por qué creo que a Clarita también le gustaba el viejo. Simplemente habrá tenido miedo de la presencia acalambrante de mamá, que desde el pique le tomo cierta inquina. Yo no diría que eran celos de esposa desconfiada. Mas bien se trataba de un odio hecho y derecho, cultivado lentamente y palmo a palmo.
Cuando la azafata se acerca a ofrecerme la coca cola de rigor, estoy en pleno mea culpa. Nadie me quita el marote que con esa maldita intervención, lo siniestre para siempre al viejo. Porque ya entonces se llevaba muy mal con la vieja. Casi diría que no se llevaban. Nunca he visto dos tipos tan distintos y tan desechos el uno para el otro. el viejo siempre fue un sujeto sensible, cálido, demasiado tímido, para mi gusto, todo lo culto que puede ser un casi ingeniero [que no es lo mismo, pero siempre un poquito más que un ingeniero] Siempre a sido un buen lector, le gusta la pintura y la música, y por suerte no cree, como alguno de sus casi colegas, que la vida es un logaritmo. Mamá en cambio es bastante terca [para plantearlo sin subjetivismo, cosa vedada a un hijo amantísimo, habría que decir que es terca como una mula] reseca en sus sentimientos [solo se conmueve con sus penurias, nunca con las ajenas], orgullosa de su enciclopédica ignorancia, refracta a la lectura y a las artes en general, hábil en tareas manuales, de buen fondo [aunque para encontrarlo haya que hacer tremenda prospección], más propensa al reproche que a la tolerancia, en fin: un hueso duro de roer. Creo que hubo dos cosas que impidieron dos cosas para la verdadera liberación [también llamada segunda independencia] del viejo: a) mi investigación en la submesa que hizo fracasar desde el inicio una relación que prometía, y b) el incurable catolicismo de mi progenitor, que le nublaba siempre la posibilidad de un divorcio que después de todo habría sido su salvación y su rescate,. Si me atengo a mis vagos recuerdos Clarita era alegre, tan simpática que hasta me había conquistado a mí. Mas de una vez he pensado, ahora que ya tengo mis diecisiete años [por otra parte, dignamente cumplidos en una celda] que me gustaría encontrar, no ha Clarita, claro, ya que hoy debe ser, si todavía vive, una vieja de treinta y ocho anos, pero si a una mujercita que fuese hoy como era Clarita cuando arrimaba, bajo la mesa, sus lindas piernas a los pantalones del viejo.


2.

Lo que paso en estos últimos meses debe haber sido una de las pocas cosas que han unido a mis padres, Sintetizando: estuve en cana. Por eso estaban tan emocionados en el aeropuerto, ahora que por fin consiguieron mandarme a Buenos Aires. Comprendo que para ellos es una tranquilidad. Para mi también. No quiero ver otra celda ni en película. De ahora en adelante, las películas se dividen para mI en dos categorías: las que tienen cárceles y las que no. Solo pienso ver las de la segunda categoría. Con solo 34 días, quede podrido de cárceles. Agote el tema como quien dice, eso si para que ustedes [¿quiénes son ustedes?] no se hagan ilusiones pensando que soy un joven revolucionario, o un rebelde con causa, o cualquiera de esas categorías insignes, quiero aclarar también que no caí por razones políticas sino por boludo. Para mi es doloroso confesarlo, pero esa es la ingrata verdad: caí por boludo. Nunca me metí en política, lo confieso. En mi clase habían algunos que no se metían en política por que les gustaba estudiar, y la política quita tiempo, eso es cierto. Pero a mi no me gusta estudiar. De mi se puede decir cualquier cosa, menos que soy un traga. Ósea que en mi clase era el único ejemplar de una especia a punto de extinguirse: la de aquellos que no aman ni el estudio ni la política. Aclaro que tampoco era un caso perdido: siempre pasé de año, ósea que estudié lo estrictamente necesario. Mas bien diría que con atender al profe cuando se mandaba la lata, ya me alcanzaba. Tengo la apreciable virtud de que los datos, las fechas, las formulas y los nombres se me fijan indeleblemente en el mate. Tampoco vayan a pensar que en política soy totalmente indiferente. Si estoy contra las matemáticas ¿cómo no voy a estar contra el fascismo? A mí no me gusta que nadie me empuje, y mucho menos que me empujen con una metralleta. Eso está claro. Lo que no me gusta de la militancia política son las interminables discusiones, las votaciones a la madrugada, y sobre todo la autocrítica, que me trae recuerdos de mis aguadas Épocas del confesionario, otra cosa que tampoco me gustaba. Y no porque haya tenido o tenga nada que esconder. Nada importante, quiero decir. Uno siempre tiene algo que esconder. Pero nunca tuve una culpa gorda para el confesionario o la autocrítica. Tal vez por eso no me gusta. Quizás les tenga un poco de envidia a esos tipos que disfrutan relatando sus pecados mortales al cura atónito, o vociferando sus resabios pequeño burgueses en una asamblea estudiantil. Sin embargo, no caí [repito] por las buenas razones sino por boludo. Resulta que el 22 se conmemoraba un ano de la muerte de Merceditas Pombo, quizás hayan visto el nombre en los diarios [no en los de Monte sino en los de Baires], una piba de primera que se les murió en la maquina, dicen que le aplicaron el submarino seco, y como ella era asmática ¿no? Bueno la iniciativa empezó a crecer de a poco [la idea original fue de Eduardo] y al final el programa se redondeo: el Jueves  teníamos todos que venir con una rosa roja y dejarla en la mesa del [o de la] profe. La operación se hizo en un secreto total. Como yo nunca milité, me dejaron para el final, pero igual les dije que sI. Cuando no hay reuniones interminables ni votaciones de madrugada ni autocrítica, siempre los acompaño. Además eso de traer una rosa roja me gusto. Era una provocación, como les diré, poética; una provocación imaginativa. Y traje la rosa, que capiangue del jardín vecino de un te-erre ósea [para los ignaros] teniente retirado. Todos trajeron su rosa y las fueron dejando, no falló ni uno. Entonces nos sacaron de las aulas y nos pusieron en el patio, contra la pared. No tiene sensibilidad poética, qué se va  a hacer. Posteriormente vinieron los botones y la pregunta de cajón: quién era el autor de la idea. Todos sabíamos que había sido Eduardo, pero nadie dijo nada. Era lindo aquel silencio. Empezaron a llamar grupitos de cinco, y nos interrogaban en la beledía. Fue precisamente ahí que caí de boludo. En mi grupo, fui el primero de los cinco. El coso me pregunto si sabía de quien había sido la idea. Y le dije que mi idea había sido mía, pero que no sabía de quién había sido la idea de las otras rosas. Me pareció que esa boludez era el colmo de la habilidad. Pero no. el segundo dijo lo mismo: que la idea de su rosa había sido suya, pero que no sabía de quien había sido la de las otras rosas. Los otros tres dijeron lo mismo. Y no sé por qué misterioso conducto la martingala llego rápidamente al patio.  Y cuando entró el segundo quinteto, las cinco respuestas fueron las mismas, Y así sucesivamente. A medida que el cansancio empezó a desfibrar la actitud inflexible de la primera media hora, algunos muchachos comenzaban a hacerme gestos de aprobación, de saludo y hasta de aplauso. Yo no tengo pasta de Héroe, pero debo confesar que empecé a sentirme contento. Había sido fácil. Y no sé de donde me había venido la idea, pero había dado resultado. Sin embargo, los milicos me marcaron. Por que fui el primero en dar explicación, deben haber pensado que yo era el líder o algo así.  Me volvieron a llamar "Así que vos sos el autor intelectual"  me dijo uno de bigotito fino, que además tenia un eccema asqueroso bajo el ojo. Empecé a decirle que simplemente se me había ocurrido traerle una rosa a la profe, por que era muy buena y enseñaba bien la materia. Que era nada menos que matemáticas. Lo que se llamaba una mentira piadosa. Por que a la tipa esa, jamás le entendí un corno, y además la odiaba, no por que fuera odiosa, sino por que enseñaba matemáticas. Pero el hombre no sólo no mostró el menos convencimiento por mi lúcido planteo, sino que me encajo una piña en el pómulo derecho, que rápidamente paso a primer plano. Es seguro que  ese detalle habría servido para aumentar el volumen de mi prestigio en el patio. Pero no tuve la ocasión de inflar mi vanidad. Dos de los preguntones me agarraron de los brazos y me sacaron violentamente de la beledía, de allí a la canchita y ahí a la jefatura. De entrada les aclare que era menor y por lo tanto. Golpe en los riñones. Que eso estaba contra la ley. Patada en el tobillo. Ergo: Renuncio al tema de la minoría de edad. Me llevaron a una celdita repugnante: el olor a mierda me volteaba. Durante el mes que estuve allí me sacaron varias veces, solo para golpearme. Por lo general no hacían preguntas, se limitaban a darme la biaba. Ni picana ni submarino, apenas patadas y trompadas. Todo un privilegiado. Y tengo plena conciencia de hacerlo, ya que asistí a sesiones de picana y submarino. Creo que me llevaban para ablandarme. A mí me daba miedo, a quién no. Los torturados no eran menores como yo, pero tampoco eran veteranos. Había uno solo que era jovato, no se si tenía canas, por que siempre llevaba capucha. Pero se le veían las pulpas flojas como a la gente de treinta y cuatro. Pero cómo aguantaba ese viejo, los mas jóvenes no hablaban, no confesaban nada, ni decían los datos que los otros querían. Pero cuando les aplicaban la maquina gritaban como condenados. El jovato en cambio no les daba ni ese gusto. No sé ni siquiera si tenia voz gruesa o finita. Cerraba los puños y chau. Y cuando terminaba la sesión que a veces duraba horas. Salía caminando, ni siquiera se desmayaba. Uno de los muchachos parece que perdió el conocimiento y no lo recobro más. Eso les daba mucha bronca. Eso es lo peor que puede hacerles un detenido: morirse. Enseguida llaman al medico para que lo resucite. Y el doctor hijo de puta [el mismo que dice hasta que punto se puede torturar sin que el tipo se espiche] hace lo posible, pero a veces los finados son tercos, y no hay quien los convenza de que vuelvan a respirar. Entonces los tipos putean al médico y él no dice ni mu, porque claro, son capaces de torturarlo también a él. Mientras tanto al inerte le tiran agua le tiran agua en la cabeza, le pegan palmadas para que reaccione, es la única ocasión en que parecen apostar a la vida. Pero algunos los joden: se mueren. Y entonces vienen los mutuos reproches. Un día hubo dos que se agarraron a piñazos. Creí que  se iba a aplicar la picana entre ellos, pero naturalmente no exageran. A mi me tenían encapuchado; Solo me sacaban la capucha cuando me llevaban de espectador. Algunas veces vomité, una de ellas sobre el pantalón de una tira. No lo hice adrede, pero no estuvo mal. Me la ligué, claro. Fue la noche que me dieron como en bolsa, creí que iba a terminar en la máquina, pero no. Se ve que tenían instrucciones: a los menores solo patadas y piñazos. Alguna vez pude hablar con dos de la celda vecina. Yo estaba solo en la mía, que era minúscula y maloliente, pero la de ellos era más amplia y por consiguiente más olor a mierda. Allí había como tres, un estudiante, un bancario y un obrero. Cuando se recuperaban un poco y empezaban a respirar normalmente, en seguida comenzaban a discutir: que el foco, que el partido, que las deformaciones pequeño burguesas, que el desviacionismo, que el revisionismo, y dale que dale. Igual que en las asambleas del liceo. A veces discutían tan violentamente que los gritos se escuchaban en todo el piso. Yo no entendía un carajo, tampoco ahora entiendo. La cana les aplicaba la máquina a los tres por igual. Ósea que para la cana los tres eran lo mismo: Pueblo. La cana sí tiene criterio unitario.
Un mes estuve, sin visitas, solo ropa para cambiarme, sin libros. En algún momento temí que me trajeran algún libro de matemáticas, como tortura adicional, pero ni eso. Entre patada y patada, entre pinazo y pinazo,  me aburría como una ostra. Es claro que prefería aburrirme a que me doliera el hígado o los huevos. Una tarde creí que me habían fracturado una pierna, pero en una semana bajo la hinchazón. Al principio me hacían preguntas, después me amasijaban sin preguntarme. Sin embargo hay una cosa que debo reconocer, así como ya les dije que caí por boludo, creo que también por boludo salí. Por que tuve por lo menos esa coherencia: seguí hasta el fin con mi versión original y el poético origen de la rosa. No creo que se lo hayan creído, lo qué si deben haber pensado es que yo era mongólico o fronterizo. O quizá haya surtido algún efecto la conversa que tuvo el viejo con un     ce-erre [para los ignaros: coronel retirado] que él conocía desde sus Épocas sanduceras. Aunque no es seguro, sobre todo porque, ese coronel esta ahora preso, así que no debía tener demasiada muñeca. O será subversivo, bah. Después me entere que el padre Barrientos había caído por que le encontraron un berretín en la sacristía, nada puede asombrarme. Con razón le gustaba tanto el "Cantar de los cantares" . Seguro que ese no cayó por boludo. Bueno, una mañana me sacaron la capucha, me hicieron dos chistecitos que recibí con razonable desconfianza, me devolvieron un bolígrafo, una cajita de preservativos, la billetera, y el cinto, todo lo cual me había sido quitado el primer día. Nadie menciono en cambio el reloj de oro, regalo del abuelo. Casi caigo en la inocencia de reclamarlo, pero un rápido vistazo me salvo de esa pifia: el tacho estaba muy brillante, en la muñeca del musculoso que me estaba otorgando la salida.


3.

Si voy a ser franco, Buenos Aires me gusta, y no es que la compare con el calabozo. Después de eso, claro, cualquier cosa esta bien. Sin embargo creo que me gustaría menos, si estuviera de turista. Tiene plazas, oh. Tiene Árboles, oh. Tiene grandes tiendas, oh. [este "oh" lo digo en nombre de mi vieja]  La gente anda tal vez demasiada apurada para mi gusto, pero así y todo me cae simpática. Tiene pósters, oh. Tiene subte, oh. Tiene muchachas, oh. Nunca vi mujeres tan bien vestidas, bueno tampoco había salido hasta ahora de la tacita de plata. Mire que eran cursis los de antes. !tacita de plata! Ahora es una escupidera de lata, pero bah, tampoco hay que andarlo
pregonando. Baires tiene colectivos, oh. No tiene playas, ay. Eso si lo lamento, sin embargo, me gusta la ciudad. Lo incomodo son "los intercambios de disparos" pero cuando suena algún tableteo me meto en alguna galería, siempre hay una galería a mano. Suerte no?, ayer vi pasar a la presidenta, iba sentada muy derechita, casi como un maniquí, no se por qué siempre pienso en un maniquí, lo asocio con los cuentos que me decía mi viejo de los maniquíes de la Casa Spera. Era una sastrería de hombres, allá en Monte, calle Sarandí al costado de la catedral, parece que tenía unos maniquíes antiquísimos, y mi viejo dice que aunque les pusieran rostros nuevos, uno se daba cuenta de que eran contemporáneos del presidente Viera o del negro Gradín, de la llegada del plus ultra o de la tropue Oxford primera Época. Mi viejo decía además que ningún traje les quedaba bien, como si al maniquí gordo le hubieran puesto saco de maniquí flaco y viceversa, bueno la presidenta parecía un maniquí, pero no de la Casa Spera, epa, sino de Christian Dior.

Me paso recorriendo las calles. Todas son buenas para mí. A veces me tomo el subte y me bajo en una estación cualquiera, pienso por ejemplo: Voy hasta la primera que empiece con V, y entonces me clavo por que llego a Lacroze y no había ninguna que empezara con V y allá por Lacroze no hay mucho que ver. Pero entonces aprendo y pienso: voy hasta la primera que empiece con C, que es una letra más fácil, y tomo otra línea y me bajo en el Congreso. Y estuve fenómeno por que emerjo de las profundidades y estoy en una zona animadísima, llena de comercio y gente. Como a mi me gusta, y me vengo por Callao viendo las vidrieras y las muchachas, aunque sin apurar el trámite por que para unas y otras se precisa guita y yo estoy pelado, es decir con la escasísima que me dieron mis ancestros en Carrasco, y yo lo comprendo por que el viejo no había cobrado el sueldo [comunico, los ingenieros cobran honorarios, pero los casi ingenieros cobran solo sueldos] y la vieja tuvo que pedirle prestado al tío Felipe para mi pasaje. Y además me llevo unos días ir localizando los boliches baratos, por que aquí uno se desorienta y desalienta y de pronto ve un restorancito de morondaga y piensa aquí mismo, pero no es de morondanga, por que ahí lastran de vez en cuando Palito Ortega o Leonardo Fabio, y a los parroquianos los fajan y con razón por que no van por el bife de chorizo, si no por el autógrafo o por el chisme, y entonces de que se quejan. Así que sigo tranquilito por el Callao, entre derecha y después a la izquierda, descubrí una pizzería que parece de porquería y [por suerte] es una porquería, es decir allí no van los famosos, sino los ignotos de siempre, vendedoras de tienda con trajes naranja y cuellito marrón, laburantes varios que mientras comen ordenan papeles, y claro la pizza no es como la de Capri [por lo menos de las que se ven en películas norteamericanas que transcurren en Capri] y quizá por eso la siga eructando hasta el próximo desayuno. Ni comparación con la de Tasende, allá en Monte, que corríamos con la barra a la salida de la clase. Después de patiar treinta cuadras para ahorrar el trole.

Sin embargo no llego a la pizzería por que al cruzar Cangallo con cruz roja [uno tiene sus principios] escucho mi nombre pronunciado por una cascada voz femenina, que resulta ser la señora, Acuña, ex amiga íntima de mi vieja pero que de todos modos sigue siendo amiga no Intima. Y que está de paso por esta "ciudad divina" , donde a venido a hacer unas compritas aprovechando el tipo de cambio favorable "antes de que se den cuenta" y "estos ladrones lo ajusten de nuevo". Está con el marido y las nenas, una es de mi edad y la otra es de la suya. Y la de mi edad nació en Libra, igual que yo, y es la excepción estúpida que confirma la regla inteligente. El Señor Acuña tiene una cara de fatiga que da ídem, y se da un buen trabajo al resoplar con cierta calculada intermitencia a fin de que su esposa legal aquilate su sacrificio. Digo esposa legal, por que conozco a su amante clandestina, y el conoce que yo conozco: una vez los ví entrando taxi cómicamente en la modesta amueblada de calle Rivera, y la clandestina no estaba mal, el veterano no es zonzo, o sea que la nena no salió a él. De modo que cuando la señora Acuña dijo que ahora no me soltaban y que ahora tenía que cenar con ellos, así les contaba la historia de mis prisiones [no sé por qué la vetusta emplea el plural] , dije que si, por que el señor Acuña conoce que yo conozco, no va a ponerse amarrete con el menú, la nena que no tiene mi edad sino la suya y que ahora capte se llama Sonia, me sonrío permanentemente, y a mi no me gusta que me sonrían por que me pongo colorado y eso nunca es bueno, así que me pongo a mirar obstinadamente a la que tiene mi edad y es estúpida y se llama Dorita, porque como me da asco y principio de náuseas, me provoca una palidez cadavérica necesaria para compensar la roja vergüenza que me causa la sonrisa constante de Sonia. De modo que mirando intermitentemente a una y a otra, de las chicas, mis mejillas, mi nariz y mi frente adquieren un color natural que, sin embargo y como acabo de explicar, es cuidadosamente fabricado. La señora Acuña insiste con las prisiones y yo le aclaro, modestamente que solo fue una y que no pienso convertirla en plural. El señor Acuña, como conoce que yo conozco, festeja el chiste cual si fuera de Hupurmopo todo para quedar bien conmigo y cuidarse bien las espaldas, sin percatarse de que yo puedo ser
chantajista pero no demagogo. Sin embargo cuando Sonia me pregunta con la voz temblorosa, si me torturaron, narro mi historia con lujo de detalles, claro sin darle ninguna importancia, que es la forma mas segura de dársela. Dorita entonces me pone la mano sobre el brazo [náusea, palidez, etc.] y a Sonia se le mueven los dedos de la mano derecha, pero está demasiado lejos para tocarme. Con el fin de dominar mis tensiones, me consagro al jamón con melón, la milanesa con papas fritas, y el helado [doble] de dulce de leche. Todo acompañado por dos balones de rebosante cerveza. Sintetizando: pago juiciosamente el señor Acuña, poniéndole la firma al convenio tácito.


4.

Mi pensión tiene chinches y cucarachas, vive Dios, y las paredes sudan. Yo también, además hay un baño para siete habitaciones, que en realidades reducen a seis, pues una está ocupada por dos franchutes jóvenes, que no son lo que se dice fanáticos de la ducha, el tiene una melena que huele a estofado, y ella una sandalias que permiten a la opinión publica enterarse de sus uñas color azabache. Sin embargo, aparte de los franchutes, el problema es bastante grave, por que si a los efectos de la ducha somos seis habitaciones, en cambio a los efectos defecatorios volvemos a ser siete: los galos no se bañan en cambio exoneran el vientre con europea regularidad. Ósea que mi alojamiento no pertenece a la cadena del Hilton, ni a la cadena del Sheraton sino [apronten la carcajada] !a la cadena del Water! Lástima que no se me ocurrió este horrible chiste cuando estaba con el señor Acuña y su sagrada familia. Habría tenido que festejarlo, muy piola el, por que conoce que yo conozco. En la pensión que se llama, como es lógico, Hirondelle, por que la dueña dice que sus huéspedes somos aves de paso, en la pensión digo, hay mucha vida, Vamos a entendernos: cuando yo digo vida quiero decir relajo. Por ejemplo: en la pieza 3 reside un pugilista. El exige que lo llamen Pickpoket, por que se formó en la escuela británica, pero es muy largo como apodo, así que todos lo llaman Pick, o Picky, y el se enoja por que dice que es nombre de perro, pero a esta altura eso ya no importa por que el tercer apodo ingresó  a lo que mi profe de historia llamaba: la tradición oral. En el número cuatro vive una parejita joven, de la cual [puesto que yo vivo en la 5] conozco involuntariamente todos sus ruidos amorosos, que en el caso de ella son sencillamente estereofónicos y que me obliga a imaginarla sin ropas con mas frecuencia de lo que yo quisiera. El marido, o lo que sea, se da cuenta de mi insoportable situación, pero en vez de tenerme piedad me toma el pelo y cuando se cruza conmigo en el pasillo me dice  su estribillo capcioso "Ché, hoy te noto mas tubardo que ayer, ?que te sucede?" Yo puteo en silencio por respeto a la dama sonora, pero el se aleja riendo como el pájaro loco.

En el 6 viven los franchutes, cuyo aroma se cuela a veces por las rendijas, pero debo reconocer que nunca hacen ruidos venéreos. Ruidos de otro tipo si hacen, ya que el a veces toca la guitarra y cantan canciones de protesta, en un español que les sale directamente de las amígdalas. No se meten con nadie, si olieran mejor, les tendría simpatía.

En la 7 viven dos botijas , dos nenas, bah, que se la pasan escribiendo a máquina. A veces me despierto en la madrugada solo oigo las sirenas de la cana y la maquinita de ellas. ¿Que escribirán?

Aclaro que la 1 y la 2 no las tomo en cuenta por que son las que se reserva la patrona, cuyo nombre es Rosa. Doña Rosa se sabe [en realidad es imposible no saberlo], por que lo narra dos o tres veces por semana] que es viuda y que su marido fue peronista de la primera época, cuando Evita. Una tarde se puso confidencial y bajando la voz me dijo en tono cómplice: "Ahora el sería otra cosa ¿me comprende?".


5.

Tengo que conseguir trabajo, por que la guita se va acabando y no puedo estar pendiente, de lo que puedan mandarme los viejos que por otra parte, siempre va a ser poco. Ya fui a dos o tres comercios de Once que pedían personal en los avisos del clarín, pero no bien se enteran de que aún no tengo residencia, dicen un "no" conmovedor. Ahorro hasta en los puchos, pero me parece un sacrificio idiota. Además hay veces que me viene incontenibles ganas de fumar y no tengo. Menos mal que ayer me encontré al flaco Diego y le estuve mangueando puchos toda la santa noche. También vino rajado de la cana. Es claro que la paso bastante peor, por que no cayó por boludo como yo, si no por mas prestigiosas razones. Dos veces lo agarraron [la primera, escribiendo con aerosol en los muros del cementerio Buceo una consigna contra los milicos, y la segunda con un volante que no era precisamente oficialista].
Las dos veces lo movieron lindo, con picana y todo, se aguanto como un tronco y lo largaron. Pero el se dijo "La tercera es la vencida" y se tomó el aliscafo de Villadiego.

Yo lo conocía poco, por que él me lleva como cuatro años y además el siempre militaba. "Así que vos también sonaste", me dijo, cúan amable "Quien lo iba a decir, con lo que siempre te cuidaste" es difícil explicarle a un tipo como él, mas quemado que el ave Fénix, por que yo no militaba. Traté de decírselo, pero no entendía. "Excusas, botija, excusas". Me revienta que un carajito, que apenas me lleva cuatro años, me diga "botija" con ese dejo sobrador "Ta’ bien, ta’ bien, pero y ahora ?vas a militar?" le pregunto como quiere milite en este caos. No se por que se me ocurrió decir caos. "Siempre se puede" dice el, le aclaro que antes que nada tengo que hallar trabajo "Si, eso esta bien, yo ya estoy laburando, si querés te ayudo" claro que quiero,
anotó un  nombre y una dirección, tengo que ir mañana "ahora vení conmigo" caminamos como veinte cuadras, yo hubiera tomado colectivo, pero el dice que cuando se lleva una vida sedentaria, es muy útil el caminar, eso ayuda a la circulación. Mi tío Felipe, que es naturista, dice las misma aburrideses, por fin nos detenemos frente a un edificio de varios pisos. Subimos hasta el 15. Un tipo de pelo largo y con colgajos nos abre la puerta. Hay como quince, todos jóvenes. Discuten, pero no puedo enterarme sobre que, la terminología me pasa por encima del jopo. No pesco ni una. En un rincón está una piba que casi nunca participa. Tiene cara de tedio, pero es ella que me dice.:"¿te aburrís?" me encojo de hombros, tal vez sea un encogimiento afirmativo por que ella me dice "vení" y se mete por un pasillo, yo la sigo, y subimos por una escalera de madera, con alfombra. No es un apartamento común sino un "penthouse". Después de la escalera salímos a una galería y de ahí a un jardín. Si hay un jardín, con árboles y todo , y es un piso 15. También hay sillas, mesas y algo así como un sofá veraniego, "vení" vuelve a decir y se sienta en el sofá. Yo me siento también y por primera vez la miro con atención; por las dudas sonrío. Es morocha, de ojos lindos, oscuros, será de mi edad o un poco mas. El escote es profundo. No está mal. "¿Te gusto?"  pregunta muy serena. Es probable que se me haya depravado un poco la sonrisa.
Hay algo de maternal en su carita y a mi siempre me gustaron las madres. "Bueno si, sobre todo como anticipo"  Ella ríe francamente, y sin desabrocharse siquiera la chaqueta, puesto que hay espacio suficiente, saca un pechito limpio. Yo me siento autorizado a ayudarla, pero ella me frena de manera inequívoca "no pienses mal. De todos modos es imposible. Regla de tres compuesta ¿tamos?" Y como dejo traslucir cierto desencanto, agrega: "perdón, perdón. Lo hice solo por que te vi tan aburrido" y guarda otra vez el pechito.

0 comentarios:

About Me

Mi foto
xicopoesia32
sevilla, sevilla, Spain
Ver todo mi perfil

Seguidores

Con la tecnología de Blogger.