lunes, 7 de febrero de 2011
LAS POETAS INVISIBLES
Mucho se ha escrito sobre la invisibilidad de la escritura realizada por mujeres en general. Debo admitir que en el caso de las escritoras vascas esa invisibilidad resulta en algún sentido mayor, en primer lugar por tratarse de un sistema literario muy inestable, con históricamente poca capacidad para la publicación de libros –algo que hoy ha cambiado-, con mayor presencia de una escritura intermitente que opta, quizás porque no queda otro remedio, por publicaciones periódicas de breve vida y trayectoria, con lo que el reconocimiento alcanza mayor dificultad y en segundo lugar porque su alteridad no ha venido a cambiar el canon de la literatura, y su presencia ha sido reconocida a partir del momento en que comienzan a escribir las poetas de las que hablaré en esta presentación.
Me gustaría referirme a un esquema de interpretación que pueda servirnos como hilo conductor de la presentación. Me parece que desde los años 70 (y ya en este mismo momento cometo el pecado de enviar a la invisibilidad a poetas que publicaron antes de ese año, pero espero que la brevedad de la comunicación justifique la ausencia), hasta estos 2005 que nos miran, cabría hacer un tejido histórico que servirá para hacernos una pequeña idea de la evolución de las poéticas escritas por mujeres:
a) El momento de la rebeldía. La poesía en los primeros 70. Amaia Lasa (1948) y Arantza Urretavizcaya (1947).
b) El momento de la configuración feminista. La poesía de los primeros 80. Tere Irastortza (1961) e Itxaro Borda (1959).
c) La recreación de un nuevo lenguaje del cuerpo (de mujer). La poesía en los 90. Miren Agur Meabe (1963).
d) Una poética desde los márgenes del lenguaje. Poéticas para la década que comienza. Castillo Suárez (1976).
La aparición en la escena poética de las obras de Amaia Lasa (1948) y Arantza Urretavizcaya (1947), hijas probablemente de la sacudida emocional e ideológica que supuso el 68, supuso una ruptura con la poesía escrita –tanto por hombres como por mujeres- con anterioridad. De hecho, hacia el año 68 se constata la aparición de un nuevo grupo de escritores vascos que configuran sociológica y estéticamente una nueva aportación a la literatura vasca. Sus primeras obras se publican en 1971, Poema bilduma (Colección de poemas) y 1972 San Pedro bezperaren ondokoak (La resaca de la víspera de San Pedro). Si observamos la forma de publicación de ambos libros, comprobaremos la debilidad del sistema, puesto que el primero se publica en una recopilación que reúne la obra de Amaia Lasa y de su hermano en un solo volumen, y el segundo texto se publica en una recopilación de obras del grupo de escritores, como si fuera un anuario de la producción vasca del año en curso. .
Pero lo importante es que en ambas escritoras se encuentra una posición de rechazo y de rebeldía frente al mundo que les ha tocado vivir. Esa actitud es más radical en Amaia, con el famoso poema que abre su obra: “Soy una mujer que reniega de cualquier dios”, y más concreta en el caso de Arantza Urretavizacaya cuyo tema central resulta ser la negación de la figura paterna, por padre y por masculina.
Si el comienzo de ambas escritoras coincide en el tiempo, más tarde sus trayectorias poéticas se han hecho divergentes. Amaia ha seguido con su proyección poética de manera más o menos continua, mientras que Arantza Urretavizcaya ha preferido escribir novela.
El segundo momento de creación poética se abre con la obra de Tere Irastortza e Itxaso Borda. Me parece que en su obra aparece una atemperación de la referencia femenina y feminista. La coincidencia personal –más que estética- puede verse en la complicidad con la que cada una de las escritoras ha seguido la obra poética de la otra ya sea a través de la crítica –cuando ésta era casi inexistente- o de la realización de entrevistas a fondo.
La primera obra de Tere Irastortza Gabeziak (Ausencias) se publicó en 1980, fue ganadora del Premio de la Crítica y dio lugar a una agria polémica. Itxaso Borda publicó su primer libro en 1984: Nola txaso badoan (Como se marcha la vida). Curiosamente las dos escritoras hablan contra la definición de su obra como “intimismo”, por el acento peyorativo que supone la palabra y el concepto, se refieren a la poesía como autobiografía, de la poesía que se escribe desde el deseo, desde la propia vida, que no significa sólo vida, sino que también significa escritura con la elección de temas y de estilos, de un lenguaje propio. Con el tiempo, también sus estéticas se fueron alejando. Tere Irastortza prefirió una poesía mínima, casi del silencio, mientras que el surrealismo y la vanguardia teñían la obra de Itxaso Borda.
La publicación el año 2000 del libro de Miren Agur Meabe Azalaren kodea (publicado al año siguiente en castellano con el título de Código de la piel) significó una nueva perspectiva sobre la escritura poética en este País. Si por el año de nacimiento puede considerarse Meabe coetánea de las dos poetas citadas, no pasa lo mismo con la fecha de publicación de su libro, que refunde versiones que se fueron publicando desde comienzos de los 90, hasta derivar en el texto definitivo en libro, por lo que si hacemos caso a un prurito historicista podíamos comentar que el texto recompone una trayectoria realizada en la década de los 90, con otros presupuestos distintos.
La referencia a la biología está presente en este título y en muchos de los poemas, pero la biología –la diferencia- sirve para la creación de un código distinto, un código de la solidaridad y de acercamiento al otro (concepto que también expresó en su poética Tere Irastortza). En este libro la mirada feminista se convierte en lenguaje. Un lenguaje que debe mucho a la contemplación de lo cotidiano (escribo mientras cocino los garbanzos), pero transcendido en un mundo de gestos, y de comunicación y lenguaje otro.
La marginalidad que transciende la poética de Miren Agur Meabe continúa en la exploración de “códigos otros” en la obra de Castillo Suárez, donde la poesía se hibridiza con géneros menores, alternativos y marginales, como los anuncios por palabras (Iragarki merkeak, Anuncios baratos, 2000) o mensajes basura (Spam poemak, 2003).
Esta apresurada nómina no debe hacer olvidar la escritura de otras poetas que trabajan desde la pluralidad de perspectivas en la literatura vasca.
Jon Kortazar
Universidad País vasco
(Texto recogido en las Actas del VIII Encuentro Internacional de Mujeres Poetas, publicado por Diputación Foral de Alava en 2006)
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